Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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L. Montecchi: Teatroterapia en un Centro Diurno para toxicodependientes


Leonardo Montecchi

Teatroterapia en un Centro Diurno para toxicodependientes

 
Scuola Bleger – www.bleger.org

  

Introducción

El Centro de Día para toxicodependientes se encuentra en Rimini y está gestionado por la Cooperativa Centofiori en colaboración con la l'AUSL de Rimini.

1)      El programa terapéutico se articula en fases de seis meses y prevé unas reglas que deben seguirse.

2)      Los familiares están activamente implicados y participan en una asamblea que controla la aplicación de estas reglas y programa la actividad semanal. Esta asamblea se celebra los lunes; los familiares y los usuarios en tratamiento se reúnen por separado.

3)      Los miércoles hay tres grupos de psicoterapia coordinados con técnica operativa. En los grupos participan los familiares, subdivididos en diferentes grupos.

4)      Los viernes, cada 15, días hay un grupo multifamiliar sobre la comunicación coordinado con técnica operativa.

5)      Además, dentro del Centro de Día hay actividades de tipo laboral dirigidas por jefes de sector de la cooperativa Centofiori.

6)      Cada tres meses se reúne una asamblea general en la que participan todos los componentes del Centro de Día: usuarios, familiares, operadores terapéuticos y jefes de sector.

Desde el principio, en el Centro se ha puesto en marcha una actividad en colaboración con la ENAIP de formación profesional. Dentro de este proyecto se ha pensado en una actividad teatral que implicase a los usuarios del Centro de Día. Para el desarrollo de esta actividad hemos contactado con Alessandro Gentili y, posteriormente, con Alberto Grilli y con el teatro Due Mondi di Faenza. Estos cursos se han desarrollado anualmente desde 1.988.

 

La hipótesis de trabajo

Desde el inicio hemos trabajado, en el campo de esta actividad llamada por nosotros “Teatroterapia”, con una elección de fondo: división de las competencias; es decir, la parte específicamente teatral está gestionada por Gentili y Grillo con absoluta autonomía y con criterios de tipo estético, mientras que la parte terapéutica es confiada a los coordinadores de grupo que trabajan en el Centro. La coordinación de las actividades se efectúa a través de la participación de Grilli y Gentili en las reuniones de Equipo, en las que se discute el proceso global del Centro Diurno. Cada tanto, esta participación ha generado proyectos que se han proyectado también hacia el exterior, por ejemplo, una pantomima por las calles de Rimini con Marco Cavallo como protagonista en 1.988, así como numerosas intervenciones en la Comunidad Terapéutica de Vallecchio.

La hipótesis sobre la que hemos trabajado es la de que hubiese una estrecha analogía entre la producción teatral y la actividad onírica. Ciertamente no es una hipótesis nueva, pero nosotros hemos pensado hacerla funcional a un proceso terapéutico. Dicho muy brevemente, pensamos que el proceso terapéutico lleva a una toma de conciencia que antes faltaba. En esto nos sentimos dentro del “programa” de Freud: “donde estaba el Ello debe advenir el Yo”. La salida de la compulsión a la repetición de un síntoma cualquiera y la posibilidad de cambiar la estrategia de acción son nuestro objetivo.

Nosotros no trabajamos para la adaptación pasiva a la realidad, sino para una adaptación activa (como dice Pichon-Rivière) es decir, la adquisición de la posibilidad de cambiar las realidades que nos condicionan. Naturalmente, en esta perspectiva la interpretación de los sueños deviene central.

La Traumdeutung está estrechamente ligada en el psicoanálisis a la sesión y a la relación con el analista; en efecto, el “jeroglífico” del sueño adquiere un significado dentro del proceso analítico. Nuestra experiencia es un intento de interpretación de un “sueño de grupo”, efectuado al interno de sesiones grupales, con los instrumentos de la Concepción Operativa de Grupo.

 

Métodos

La intervención de Teatroterapia ha utilizado diversas técnicas. La más experimentada ha sido el “teatro de las sombras”. Esta técnica requiere un laboratorio teatral, que en nuestro caso ha sido gestionado por Alessandro Gentili y Alberto Grilli. En el laboratorio se facilitan unos estímulos para comenzar un trabajo asociativo de grupo. Los estímulos pueden ser unas frases, la lectura de textos, la observación de gestos o cualquier otra cosa que pueda promover un trabajo asociativo de tipo analógico sobre el modelo de las asociaciones libres psicoanalíticas.

El grupo, trabajando en el laboratorio y apropiándose de la técnica del teatro de las sombras, simula el trabajo onírico transformando los estímulos externos en imágenes, secuencias de acciones, auténticas “escenas”.

En esta fase Alberto y Alessandro funcionan un poco como “censura onírica”, en el sentido de que lo “específico estético” impone su forma a las escenas que el grupo produce, del mismo modo que en el trabajo onírico los contenidos del pensamiento son modificados, y, por ejemplo, el padre puede convertirse en un caballo (caso “Juanito”) etc.

Esta capacidad de metaforizar puede ser consciente o inconsciente, sometida como en nuestro caso por un inconsciente de grupo o, mejor, como dice el profesor Bauleo, por un latente grupal.

Las escenas son presentadas a todo el grupo cada 15/20 días. Esta es la fase de la representación onírica. La escena toma forma y las sombras asumen la realidad del espacio escénico. La representación, que no supera nunca los 30 minutos, envuelve al grupo en un enigma, las sombras se cargan con las proyecciones más arcaicas. Imágenes de la escena primaria, fantasmas originarios se liberan en un espacio-tiempo delimitado y danzan sus vicisitudes.

Las emociones profundas que no han tenido la posibilidad de representación se expresan inicialmente en esas historias de sombras. Pero todo nuestro trabajo, como hemos dicho, va en la dirección de la toma de conciencia y del cambio estructural, no en la emoción catártica, que al final no produce ninguna reflexión sino que simplemente alivia una tensión.

Por este motivo nuestro método prevé que al finalizar la escena se reúna el grupo con un coordinador. El grupo tiene como tarea hablar de la escena que se acaba de ver, de las emociones vividas y de cualquier otra cosa que se quiera hablar. El coordinador interpreta el latente y lo vuelve manifiesto al grupo, así el enigma puede ser afrontado y las sombras devienen imágenes, y después conceptos para pensar situaciones emotivas que no habían sido simbolizadas.

Se trata de un método para abrir el flujo del pensamiento y permitir al deseo liberarse de los lazos de fortísimas emociones que han pesado como plomo en las alas de la fantasía, volviendo la realidad demasiado real: hiperreal, hiperconcreta. La realidad de los tóxicos.

En sustancia, pensamos en las situaciones remotas que se han producido en la historia de cada individuo, situaciones traumáticas, violencias sufridas, pero también momentos de confusión no bien elaborados, como por ejemplo la situación descrita por S. Ferenczi en su artículo sobre la confusión de las lenguas entre adultos y niños. En este fundamental artículo, Ferenczi nos dice que hasta un cierto punto de la vida el lenguaje de la pasión y el de la ternura pueden confundirse y producir malentendidos que, si no son aclarados, tienen la función de auténticos traumas; traumas que aún removidos, tal vez disociados, de la conciencia, manifiestan sin embargo su presencia bajo la forma de síntomas.

En el caso de una violencia sexual, por ejemplo, se produce una disociación de la conciencia y a veces la formación de una doble personalidad, que se evidencia con el uso de drogas disociativas; también la confusión se convierte en la emoción que expresa una modalidad defensiva como la fragmentación del objeto persecutorio. Todos estos y otros acontecimientos van a constituir lo que A. Bauleo llama el “grupo interno”, es decir, el conjunto de las emociones, representaciones ligadas a la historia individual de cada uno: sombras de la mente que llevamos siempre con nosotros.

Estos grupos internos se activan en situaciones de grupo real, por lo que los comportamientos presentes reenvían a un repertorio pasado, pero al mismo tiempo situaciones nuevas actualizan el repertorio cambiando su forma. Cuanto más profundas son las situaciones grupales que se crean, más primitivas son las sombras que se ponen recíprocamente en juego, ya que en un grupo se instaura una red de identificaciones proyectivas e introyectivas cruzadas entre los diferentes miembros. Esta red es el latente grupal y es de esta red de donde provienen las escenas del teatro de las sombras: el sueño del grupo.

 

Resultados

En casi cuatro años (1990-94) han aprovechado esta posibilidad alrededor de un centenar de usuarios, a los que es necesario añadir a los familiares, que han estado implicados en algunas representaciones con los diversos grupos.

Cada año, en un pueblo de los Apeninos había una semana dedicada exclusivamente al teatro. Alejandro y Alberto permanecían allí durante todo el período y los terapeutas se turnaban entre ellos. Al finalizar la semana se invitaba a los familiares y el espectáculo se representaba para ellos. A la terminación del espectáculo, que era también un recorrido en el pueblo y entre las sombras, se desarrollaban diversos grupos terapéuticos que debían discutir de las emociones experimentadas así como cualquier otra cosa que quisieran hablar.

En una primera etapa juntábamos padres e hijos, maridos y esposas en el mismo grupo, pero después hemos visto que esta hiperrealidad de los vínculos desencadenaba una gran catarsis (llantos, fuertes conmociones, etc.) pero impedía la elaboración simbólica y con ello el cambio de vínculos simbióticos o ambiguos. Por ello hemos separado las relaciones, poniendo a los hijos en un grupo y a los padres en otro, a los maridos en uno y a las esposas en otro.

Este cambio ha sido pensado desde un doble punto de vista: en primer lugar tenemos un plano terapéutico, que refiriéndose a las elaboraciones de E. Pavlovski ha considerado la catarsis como un efecto de una identificación proyectiva masiva, sin posibilidad de que se forme un espacio para el pensamiento. En esta dimensión la catarsis asume un aspecto evacuativo, sin producir una toma de conciencia y con ello una modificación estable del vínculo.

Por ejemplo, una escena podía producir una emoción tal que  los presentes no se daban cuenta de que esa escena evocaba en realidad otra escena, aquélla que había producido la emoción, entonces reaccionaban como si el “litigio” fuese el de “aquélla vez” sin discriminar la diferente situación.

Sin embargo, la acción terapéutica sucede cuando desde las escenas los presentes han podido pensar las emociones y en particular han podido decirse: “mira, en esta situación me enfado como si fuese aquélla vez”.

Desde la posibilidad de pensar las emociones experimentadas “como si” fuesen verdaderas, nace también la toma de conciencia de que ciertas situaciones pueden cambiar de importancia, volverse más ligeras. Las sombras liberadas en el espacio escénico se vuelven inocuas; alguien puede decir “yo también tengo tu mismo problema”, y entonces lo indecible es dicho y pierde gravedad.

Desde otro punto de vista, el teatral, del que no soy experto, hemos leído algunos textos de B. Brecht y en particular sus teorías sobre la tragedia y su propuesta, también para el campo teatral, de una revolución anti-aristotélica. Recuerdo brevemente que Aristóteles, en la Poética, dice que el fin de la tragedia es la catarsis y que los espectadores, identificándose con los actores que representan acontecimientos terribles, se purifican de aquellos sentimientos que también ellos experimentan y al finalizar el espectáculo pueden retornar a sus ocupaciones de tranquilos ciudadanos.

Es claro que en esta dinámica se puede evidenciar el rol del teatro como sublimación del chivo expiatorio que, a su vez, sublimaba el sacrificio humano. Pero, nos dice Bertold Brecht, en este caso el teatro mantiene el orden instituido: no sirve para pensar, no tiene ninguna función pedagógica. Para obtener este fin hace falta estimular no la identificación, sino el extrañamiento porque solo de esta manera el espectador es inducido a pensar en los acontecimientos representados y a tomar conciencia de su situación.

Estos objetivos nos parecen superponibles a los objetivos terapéuticos, por esto hemos cambiado la estructura de la intervención. Entonces, básicamente, el resultado de esta actividad ha sido la formación de un pensamiento crítico, que se dirige más a poner en escena los fantasmas que a ponerlos en acto: y esta puesta en escena libera la producción deseante y produce diversas concatenaciones del deseo, nuevas agregaciones y formas de la acción comunicativa; nuevos esquemas de referencia operativos.

 

Conclusiones

Desgraciadamente esta experiencia ha terminado. Si no hay mucho interés por el teatro en la era de la televisión, ¡imaginemos por la teatroterapia! Y además, en el ámbito de la gerencia autonómica se habla más del resultado que produce el incremento de 10 miligramos de metadona que del extrañamiento o de la toma de conciencia. En comunidades como la de San Patrignano [1] se ha dado violencia, como el homicidio de Roberto Maranzano, y no ha habido modo de representarla en un teatro de la crueldad, como hacía el Living en Brasil.

Tal vez la mediatización de San Patrignano o de otras comunidades salvadoras es la tragedia Aristotélica de nuestros tiempos: los honrados burgueses lloran y se purifican y luego todo vuelve a ser como antes. Nada cambia.

¿Qué puede hacer el teatro? Puede hacer pensar; puede conquistar territorios y plazas, abrir mentes y ojos; porque un gesto, un baile, un relato emocionado, un recorte de cartulina que proyecta una sombra en la pared, evocan una dimensión imaginaria en la que fluye la vida.


Leonardo Montecchi es psiquiatra. Director de la Scuola di Prevenzione “José Bleger”, Rimini (Italia).

Traducción de Federico Suárez.


[1] San Patrignano es una comunidad autoritaria que se alza en una colina a algunos kilómetros de Rimini. Es una comunidad en la que se han producido muchos abusos físicos: personas encadenadas y encerradas, y se ha cometido un homicidio: un muchacho que se llamaba Roberto Maranzano ha sido asesinado a puñetazos y patadas y su cadáver arrojado a un vertedero en Nápoles... Solo después de cuatro años un testigo ha tenido el valor de hablar y se ha realizado una investigación. Pero esto no ha servido para que el responsable de la comunidad, que ahora está muerto, Vincenzo Muccioli haya sido transformado en una especie de santo; el hijo ha heredado la dirección de la comunidad, y con el apoyo constante de la ministro de la Instrucción Pública, Leticia Moratti, dicta las políticas sobre la droga del gobierno.


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L. Montecchi: Teatroterapia en un Centro Diurno para toxicodependientes

 

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